Difusión Difusa

viernes, marzo 06, 2009

Antropología de la riqueza

Leyendo un comentario de Henar sobre la proliferación de programas de cámara en mano, recordé un libro que leí en la facultad, Antropología de la Pobreza, de Oscar Lewis.

Es un estudio, casi novelado, sobre cinco familias mexicanas a finales de los años cincuenta. Una vive en una comunidad rural, otra en el extrarradio de la ciudad, y así sucesivamente, reconstruyendo el proceso de éxodo ante la falta de expectativas en el campo. La última familia, también de procedencia humilde ha logrado una posición acomodada y vive, ahora, en una colonia de clase media.

Cuando se refiere a las familias más pobres el autor se detiene en lo sacrificado de su existencia, en las caminatas para llegar al mercado, en lo laborioso de su existencia y trata, en definitiva, de comprender y explicar la falta de oportunidades, el analfabetismo, la alcoholización de alguno de sus miembros, buscando la empatía con el lector.

Pero al llegar a la última familia todo esto cambia, nos presenta a unos seres caprichosos con costumbres de nuevos ricos que según vamos conociendo nos resultan cada vez más desagradables.

Al pobre no se le envidia nada, pero sí que vemos en él las virtudes de las que carecemos. En cambio en aquellos más cercanos vemos esos mismos defectos en los que nosotros caemos con mucha facilidad.

Por eso , en general a mi no me gustan los programas de cámara en mano, tan simplones y repetitivos, tanto en las temáticas como en el modo de exponerlas. Vemos en ellos, no ya las chabolas o los decampados que no queremos visitar, sino las grietas y las goteras que no queremos tener, y se conforman con mostrarnos una charleta rápida con la gitana, el yonqui, el emigrante, la prostituta, el afectado o el estafado que no queremos llegar a ser ser.
Pero todo muy en su sitio y luego, adios y suerte.

Es como lo de disfrazarse de pobre durante tres semanas.
Como decía Thomas Mann en la Montaña Mágica, una persona sana nunca podrá entender al enfermo.

2 comentarios:

H dijo...

Hum... esta última frase fue objeto de muchas discusiones en mi facultad. Entre los que decían que no se podía empatizar con el paciente o el cliente si no se había vivido lo mismo que él, y los que pensábamos que no, que ahí estaba el truco de la empatía, en saberse poner en el lugar del otro sin una experiencia previa común...

A mí esos programas me gustan sin más. Quiero decir que no los defiendo ni los critico, sólo me gusta el formato. Pero igual que pienso que 21 días es un absurdo absoluto, creo que Callejeros sí que ofrece un "algo" más (que no sólo salen las Barranquillas :D ). Pero vamos, sin mayor trascendencia: es un producto de consumo. Aunque puestos a elegir, sí que le da un mínimo tinte un poco más social a la programación. No hacen prensa rosa y tampoco rollo Cáritas... Pero vamos, como diría mi ex jefa, "tampoco me mato por esto".

Besos!

H

jmargen dijo...

La verdad es que sobre cual es el origen de la empatía, si lógico o afectivo, se puede escribir largo y tendido.
Pero lo que cierto es que la enfermedad tiene un origen físico que sólo puede compreder el que lo esta sufriendo o lo ha sufrido.
Voy a ver si puedo dar forma a una entrada sobre las teoría de Thomas Mann sobre la enfermedad crónica como atributo indisoluble del individuo pero incomprensible para los demás aunque nos transmitan su solidaridad lógica y/o afectiva.