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miércoles, diciembre 14, 2011

el tren de la modernidad

Modernidad es una apuesta por desmarcarse del tradicionalismo, del costumbrismo, del academicismo, de lo bendecido y santificado por el establishment.
El problema de los que, en cada momento, tratan de empuñar la bandera de la modernidad es que su pretensión no deja de ser acomodaticia, al querer ser considerados grupo de referencia ante un panorama social y cultural acartonado y redundante. Es un quítate tú para ponerme yo.
La verdadera modernidad debería ser el inconformismo basado en el replanteamiento permanente de los conceptos y los valores.

Ahora mismo hay, en Madrid, una exposición, La Caballeria Roja, en la Casa Encendida, que refleja muy bien como la modernidad es un revulsivo que acaba siendo absorbido, por el poder que se arropó en ella, haciéndole perder su sentido original crítico y contestatario.
La modernidad es un engaño que, una vez convertido en visión oficial, persigue, destierra, acalla y extermina a los que insisten en continuar su viaje anómico, desmarcándose de la institucionalidad, poblada ahora por alguno de esos compañeros con los que coincidieron al inicio del viaje pero que prefirieron darlo por finalizado, bajarse del tren y convertirse en jefes de estación.

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