Difusión Difusa

viernes, octubre 19, 2012

el gesto

Cada vez veo más fotos y, cada vez, escribo y leo menos.

Muchas personas se autorretratan, buscando ese gesto que les hace aparecer atractivos para sí mismas. Se fotografían, una y otra vez, tratando de encontrar, de nuevo, ese gesto que tanto les gusto y tanto les cuesta repetir, por lo que sus galerías se convierten en un fracasado ejercicio de autoafirmación que va desde el posado impostado a la propia caricatura de lo que quieren ser, de lo que les gustaría que los demás vieran en ellos. Mientras, nos bombardean con retratos que se caracterizan, sobre todo, por su ausencia de naturalidad.

A veces, a uno, no ya como fotógrafo, sino como simple observador, como espectador, un gesto le deslumbra y encuentra, en una imagen, un destello de belleza irrepetible que descubre como la mayoría de las personas poseen un atractivo que, en un momento dado, una cámara ha podido captar, muchas veces de la manera más casual, quizás tras una ristra de disparos que luego no será más que fotos que acabarán desechadas.

Si tenemos ocasión, volveremos a mirar a la realidad y ya no veremos nada. El gesto se desvanece. Quizás, nos volvamos a topar con él, y acabaremos sacando la conclusión que la belleza, o la felicidad, debe consistir en ir hilvanando esos gestos y que, las sensaciones negativas, vienen, precisamente, de no saber mirar, de ser incapaz de reconocer esos gestos que pueden durar apenas un instante, pero que nos mantienen alerta e ilusionados para que no se nos escape el siguiente.

Observando gestos, a uno tampoco le resulta difícil reconocer la trayectoría mental del psicópata, que se estanca en el gesto, que se obsesiona con una persona, porque se obsesionó con una fotografía suya, porque se obsesionó por un gesto. Un bucle. Un gesto.

La foto es de drdimira

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