Siempre hay una foto
Siempre hay una foto.
Como la que me enseñó Marina, orgullosa, en la que aparecía a los tres o cuatro años sentada en las rodillas de su famoso padre, y en la que yo sólo veía a un ser lejano y absorto en su propia mismidad, ajeno a la niña que parecía sostener, accidentalemente, sobre sus piernas.
Como la foto que nunca tomé, a pesar de ser consciente de estar viviendo un momento irrepetible, de Sonia y Ezra despidiéndose de nosotros en la puerta de su casa en Brujas, tan solos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario